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Un grupo de mujeres posa con sus poncheras en la cabeza, con las que venden frutas y dulces típicos, en San Basilio de Palenque.
Un grupo de mujeres posa con sus poncheras en la cabeza, con las que venden frutas y dulces típicos, en San Basilio de Palenque.
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EFE

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En San Basilio de Palenque ya ni los muertos pueden descansar en paz

Los palenqueros mantienen vivas y fuertemente arraigadas sus tradiciones africanas.

El hambre y la desesperanza rondan las polvorientas calles de San Basilio de Palenque, que por la cuarentena contra el coronavirus ya ni siquiera puede enterrar a sus muertos bajo los rituales ancestrales del lumbalú.

Los palenqueros, que mantienen vivas y fuertemente arraigadas sus tradiciones africanas, ahora lloran a sus muertos en silencio, en la intimidad de sus casas, porque no pueden hacer el lumbalú, un rito fúnebre en el que se reúne casi todo el pueblo y con bailes y cantos despiden al fallecido.

Manuel Pérez, gestor cultural de Palenque, explica a Efe que aunque todavía no tienen casos de Covid-19 en su comunidad, "ahora se está buscando que nadie se aglomere", lo que va en dirección contraria a "nuestros rituales fúnebres del lumbalú (que) son concurridos, con mucha gente. Por eso no lo estamos haciendo".

Durante el lumbalú, los hombres y mujeres del pueblo bailan y cantan al son de tambores dando rondas al muerto con lo que preparan el camino y guían el alma del difunto hacia el lugar en donde se va a quedar para la eternidad.

De esta manera ayudan a que esa alma se desprenda del cuerpo y llegue al otro mundo.

Un grupo de personas espera en la entrada del puesto de salud de San Basilio de Palenque.

Despedidas solitarias 

"Ahora nos toca elevar nuestras plegarias a los orishas (divinidades) de forma individual en las casas buscando protegernos del Covid-19", agrega.

Explica que no despedir a los muertos mantiene desconsolados a los palenqueros que, según Pérez, viven "colectivamente".

"Por lo general nunca estamos solos sino siempre rodeados de muchos y en los momentos de ritual, mucho más", relata, y enseguida agrega: "Esta situación nos golpea mucho más duro que una bala porque está lesionando nuestra esencia, nosotros somos esencialmente espirituales, vivimos alrededor de la espiritualidad".

Un hombre en plena cuarentena se pasea por una calle de Palenque (Colombia).

Sin trabajo y con hambre 

San Basilio de Palenque, que hace parte del municipio caribeño de Mahates, era ya un poblado sumido en la pobreza antes de que decretaran la cuarentena, que comenzó el 25 de marzo y culminará el 11 de mayo.

Las carencias están a la orden del día: no hay agua potable, la internet es una ilusión, el puesto de salud es precario y la inexistencia de fuentes de trabajo obliga a sus habitantes a buscarse el sustento fuera del pueblo.

Buena parte de su población masculina es de agricultores que no tienen tierras propias y dependen tanto de los propietarios de las tierras como del clima para cultivar sus alimentos, principalmente yuca, plátano, ñame y ají.

En cuanto a las mujeres, la mayoría contribuye a la economía familiar con la venta de frutas y dulces típicos que llevan de pueblo en pueblo en poncheras, recipientes de plástico que cargan con asombroso equilibrio en la cabeza.

Paradójicamente ellas, que se han hecho famosas e incluso ya hacen parte de la iconografía con la que se promociona a Colombia en el mundo, ahora claman por ayuda.

Mauricia Padilla, líder comunitaria del pueblo, explica a Efe que en San Basilio de Palenque "no hay fuentes de trabajo; el sustento de uno viene de la ponchera, sin ella nosotras no vivimos".

Padilla pide al Gobierno que establezca un corredor que permita el regreso de varias mujeres como ella que están repartidas por todo el país y que por la cuarentena quedaron aisladas, sin recursos y con la necesidad de regresar al pueblo.

El turismo, que hace unos años se convirtió en una fuente adicional de trabajo porque el pueblo era constantemente visitado por turistas de la vecina Cartagena de Indias, también está paralizado.

Palenque se cierra al mundo 

Para evitar la llegada del coronavirus a San Basilio de Palenque, sus pobladores cerraron la única carretera que los conecta con el mundo, construyeron una cerca con alambre de púas e instalaron un puesto de control desde el que vigilan las 24 horas del día para que ningún extraño entre.

La cerca solo se abre a los habitantes del pueblo y si un extraño quiere entrar tiene que justificar el motivo de su visita.

Los pocos vehículos autorizados a pasar son desinfectados con un aspersor, de los que habitualmente utilizan para fumigar las plantaciones, y a las personas les lavan las manos con gel antibacterial y les exigen usar mascarilla y guantes.

La historia de alguna forma se repite, pues en el siglo XVII los negros esclavos huyeron de sus amos y fundaron los palenques en lugares remotos para esconderse y salvar sus vidas y hoy, cuatro siglos después, ponen una barrera para aislarse y así impedir el contagio del coronavirus.

El representante legal del consejo comunitario Makankamaná de San Basilio de Palenque, Keiner Cimarra, hizo un llamado al Gobierno del presidente Iván Duque para que les brinde ayudas humanitarias que en la población "brillan por su ausencia".

"Principalmente necesitamos el tema de la alimentación, los paquetes para surtir la canasta familiar", asegura.

Con él coincide el gestor cultural Pérez, quien pidió al Gobierno proteger a comunidades como la suya que buscan mantenerse libres ya no de la esclavitud sino del Covid-19.

Ricardo Maldonado Rozo- EFE 

 

 

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